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Diario de una acompañante terapéutica infeliz

Frío día de invierno. Pasada la tarde.
Articulo nº 4677:

¡Extenuada! Mi estado el día de hoy tras una larga jornada de prácticas realizadas con Juan Martín. Me interesa reflexionar hoy, nuevamente, acerca del tiempo. Pasa el tiempo desafortunado en este sitio. Aún parece lejano el día en que el último recorrido que realizó el tren, antes de que quitaran los ferrocarriles del pueblo, me traían hacia este paisaje de eterno invierno. Solemnes días esos en los que recibía en mis brazos a ese hermoso genio con 7 años de edad. ¿Sabías diario, que el número 7 es un número sagrado? Yo no...

Aquel día, cuando mi paciente y adorado niño me abrazó con hambre de cariño, me sentí importante. Puedo hacer feliz a un ser humano. Si es que a este pendejito hermoso le puedo decir ser humano. Cabeza, mentalidad y sensualidad de un extraterrestre lo caracterizan a mí Juan. Puedo hacerle feliz a él, y él puede hacerme feliz a mí.

En el día de hoy, con asunto enfocado en el tiempo, celebro los cinco años en que el lote 7 (otra vez ese número), de la parte trasera de la casa, daba sus cosechas. Cosechas de siembra que con paciencia supimos obtener. Eran las Ajuga chamaepitys, la Alchemilla alpina, las Anagyris foetida, Anethum graveolens y Aphanes arvensis que fueron semillas y luego, hoy, medicina. Medicina que no está funcionando, debo admitir. Medicina que comienza a asustarme, que se torna histérica, esquizoide, ambigua y desorientadora. Si hay algo que quisiera que no se sepa, es que el tratamiento no está nada bien. Él, Juan, está bien, pero es como si... como si bastara con una palabra para tranquilizarlo. Lo cual, imagínate tu, diario, es insoslayable, insostenible, indescifrable. No puede depender una de las palabras correctas en el momento justo. Cualquier cosa será mejor si se la reemplaza por una buena inyección. No se entiende. Si las palabras fuesen capaces de solucionarlo todo, entonces yo... no tendría que callarlas...
Evidentemente, los testeos medicinales, comienzan a apuntar a una conclusión escalofriante. Si Juan puede, através de las palabras, calmar sus ansiedades (para decirlo de forma agradable para ti, diario), entonces, esto significa que yo... no soy necesaria. Que soy prescindible, innecesaria, inútil.

Las cosas y las personas, con el tiempo feroz, dejan de ser necesarias. Y yo no puedo aceptarlo. Yo necesito. Necesito que entiendan, que me van a necesitar durante mucho tiempo más. Tiene que ser así. No me quiero enojar...